martes, noviembre 14, 2006

Recibido de una amiga

Quiero plantear ahora un ejemplo muy interesante. No sé si es el mejor que conozco, pero sí el que generó muchísimas controversias.
Recuerde que no hay trampas, no hay cosas escondidas, todo está a la vista. Algo más: si no conoce el ejemplo, permítame una sugerencia. Trate de pensarlo solo porque vale la pena, en particular, porque demuestra que lo que usted cree sobre usted mismo a lo mejor no es tan cierto.
O, en todo caso, es incompleto.

A ver si lo saca...

El problema:

Antonio, padre de Roberto, un niño de 8 años, sale manejando desde su casa en Montevideo y se dirige rumbo a Punta del Este. Roberto, va con él.
En el camino se produce un terrible accidente. Un camión, que venía de frente, se sale de su sector de la autopista y embiste de frente al auto de Antonio.
El impacto mata instantáneamente a Antonio, pero Roberto sigue con vida.
Una ambulancia de la ciudad de San Carlos llega casi de inmediato,
advertida por quienes fueron ocasionales testigos, y el niño es trasladado al hospital.

Ni bien llega, los médicos de guardia comienzan a tratar al nene con mucha dedicación pero, luego de charlar entre ellos y estabilizarle las condiciones vitales, deciden que no pueden resolver el problema de Roberto.
Necesitan consultar. Además, advierten el riesgo de trasladar al niño y, por eso, deciden dejarlo internado allí, en San Carlos.


Luego de las consultas pertinentes, se comunican con el Hospital de Niños de Montevideo y finalmente conversan con una eminencia en el tema a quien ponen en autos de lo ocurrido. Como todos concuerdan que lo mejor es dejarlo a Roberto en San Carlos, la eminencia decide viajar directamente desde Montevideo hacia allá. Y lo hace.
Los médicos del lugar le presentan el caso y esperan ansiosos su opinión. Finalmente, uno de ellos es el primero en hablar: "¿Está usted en condiciones de tratar al nene?", pregunta con un hilo de voz. Y obtiene la siguiente respuesta: "¡Cómo no lo voy a tratar si es mi hijo!".

Bien, hasta aquí, la historia. Está en usted el tratar de pensar una manera de que tenga sentido.
Como no compartimos la habitación, o donde sea que usted esté, le insisto en que no hay trampas, no hay nada oculto. Y antes de que lea la solución, quiero agregar algunos datos:
A) Antonio no es el padrastro.
B) Antonio no es cura.
Ahora sí, lo dejo a usted y su imaginación. Eso sí, le sugiero que lea otra vez la descripción del problema y, créame, es muy, muy sencillo.

Solución
Lo notable de este problema es lo sencillo de la respuesta. Peor aún: ni bien la lea, si es que usted no pudo resolverlo, se va a dar la cabeza contra la pared pensando, ¿cómo puede ser posible que no se me hubiera ocurrido?
La solución o, mejor dicho, una potencial solución, es que la eminencia de la que se habla, sea la madre. Este punto es clave en toda la discusión del problema. Como se advierte (si quiere vuelva y relea todo), nunca se hace mención al sexo de la eminencia.
En ninguna parte. Pero nosotros tenemos tan internalizado que las eminencias tienen que ser hombres que no podemos pensarla mujer.

Y esto va mucho más allá de que puestos ante la disyuntiva explícita de decidir si una eminencia puede o no puede ser una mujer, creo que ninguno de nosotros dudaría en aceptar la posibilidad tanto en una mujer como en un hombre.
Sin embargo, en este caso, falla. No siempre se obtiene esa respuesta. Más aún: hay muchas mujeres que no pueden resolver el problema y cuando conocen la solución se sienten atrapadas por la misma conducta machista que condenan.
Es un ejercicio muy interesante para testear nuestras propias complicaciones y laberintos internos.

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